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La reunión del Banco Central Europeo de esta semana será una de las más acaloradas en meses. Durante más de un año ha habido un amplio consenso entre los responsables de las políticas monetarias de la eurozona de que las tasas de interés deben subir para controlar la inflación. Las tasas han aumentado 4,25 puntos porcentuales desde julio de 2022. Pero a medida que las señales de una inminente recesión en la eurozona se vuelven más difíciles de ignorar (y el crecimiento anual de los precios ahora está a la mitad de su máximo del 10,6 por ciento), la unidad sobre la dirección del viaje se está desgastando.
Los gobernadores del banco central están divididos: algunos prefieren otra subida de tipos de 25 puntos básicos, posiblemente definitiva, mientras que otros presionan para que se haga una pausa. Y, tras una serie de datos económicos débiles, una estrecha mayoría de inversores espera ahora que el BCE detenga el fuego el jueves. Los observadores del BCE también están divididos.
Durante el verano, los indicadores de actividad en los sectores manufacturero y de servicios de la eurozona apuntaban a una próxima desaceleración económica. Las tasas de interés más altas, que actualmente se encuentran en el 3,75 por ciento, también han limitado los préstamos. De hecho, el lunes, la Comisión Europea rebajó las perspectivas de crecimiento de la eurozona para este año del 1,1 por ciento al 0,8 por ciento, con una contracción en su mayor economía, Alemania.
Los conservadores sostienen que la desaceleración del crecimiento económico podría reducir la inflación sin mayores aumentos de tasas, y que un costo aún mayor del crédito corre el riesgo de una desaceleración más profunda. Una pausa permitiría entonces al BCE seguir de cerca la evolución de la situación, incluida la transmisión de anteriores subidas de tipos, hasta su próxima reunión a finales de octubre. Si bien esta narrativa es plausible, los inversores pueden estar subestimando la probabilidad de que el banco central termine elevando las tasas en esta reunión.
En primer lugar, la inflación básica (una medida de las presiones sobre los precios subyacentes) sigue siendo demasiado alta. Aunque disminuyó, el mes pasado fue del 5,3 por ciento, muy por encima de su promedio histórico. Dado que el mercado laboral sigue siendo ajustado, el crecimiento anual de los salarios se suma a las presiones sobre los precios, particularmente en los servicios.
En segundo lugar, si bien el crecimiento económico se ha debilitado más de lo previsto, también han surgido algunos riesgos al alza para la inflación. Los precios del petróleo han aumentado y la dependencia de Europa del gas natural licuado significa que sigue expuesta a shocks de suministro global, incluida la reciente huelga en plantas en Australia. Junto con un crecimiento aún elevado de los precios subyacentes, estos shocks podrían mantener la inflación (y las expectativas de inflación a mediano plazo, que aumentaron ligeramente en julio) altas por más tiempo.
En tercer lugar, después de quedarse atrás en materia de inflación, el BCE ha preferido transmitir una tendencia agresiva. Su mensaje general ha sido errar por el lado de hacer demasiado y no demasiado poco en materia de inflación. El BCE ha ido en contra de las expectativas del mercado en el pasado y puede sentir la necesidad de hacerlo nuevamente el jueves para subrayar sus credenciales en la lucha contra la inflación. Después de todo, la presidenta Christine Lagarde utilizó su discurso en Jackson Hole el mes pasado para describir cómo los cambios estructurales corren el riesgo de generar presiones sobre los precios e incertidumbre más persistentes, y advirtió que “la lucha contra la inflación aún no está ganada”.
Existe la posibilidad de que los mercados interpreten la decisión de mantener como una señal de que el ciclo de subidas está completo. Lagarde podría intentar articular una postura agresiva o una salida, y crear espacio para un posible aumento el próximo mes. Pero eso puede ser difícil de lograr. Si los inversores asumen que las tasas han tocado techo, las condiciones financieras podrían relajarse.
Hay peligros potenciales en cualquier dirección: mantener las tasas sin cambios invita a la crítica de que se está rindiendo demasiado pronto, pero elevarlas corre el riesgo de empeorar la inminente desaceleración económica. De cualquier manera, Lagarde necesita expresar firmemente el compromiso del BCE de cumplir el objetivo de inflación y decir que los recortes siguen siendo una perspectiva lejana. Es una decisión difícil, pero para transmitir ese mensaje, las acciones deberían hablar más que las simples palabras.